viernes, 1 de enero de 2016

QUIERO CONOCERTE



Dicho así parece no significar nada. No más que una afirmación de compromiso que se le hace a alguien, dándole a entender que te apetece ser su amigo o al menos conocido. Pero en este caso que nos ocupa, esta afirmación, va mucho más allá de semejante  simpleza. Cuando decimos, en verdad, QUIERO CONOCERTE, a alguien que nos importa, estamos ahondando profundamente, dejándole claro, que no quiero saber lo que me muestras, sino que quiero saber aquello que quizás ni tú mismo conoces de ti, el Alma. Para tener la osadía de pretender conocer al otro, no cabe duda de que en primera instancia, es nuestra obligación, conocernos a nosotros mismos, eso que hoy en día se denomina autoconsciencia. Evidentemente, la autoconsciencia representa un largo y arduo camino. No es algo fácil de alcanzar, pues requiere de múltiples fases en las que la intención por desear descubrirnos tiene que ser más poderosa que el temor a desvelar algo que no seamos capaces de aceptar. Al final todo dependerá del prisma con el que nos juzguemos. Ese prisma, es el mismo que utilizamos para enjuiciar al otro y así, nos acabamos convirtiendo en víctimas de nosotros mismos, pues cada juicio que hacemos, no es más que un reflejo de nuestra propia autoría y exigencia ante aquello que estamos valorando. Las dificultades del camino de la autoconsciencia, no son más que densos temores a descubrir aquello que creemos que nadie puede ver de nosotros, no necesariamente porque no sea bueno, sino porque somos nosotros mismos quienes consideramos que no lo es. Muchas veces porque aquello más relevante de uno mismo, no encaja con nuestro entorno más próximo. Aquí se accede a un extraño laberinto, por el que el ego tiene que pasar forzosamente, para superar sus propios impedimentos y así el Alma mostrar la verdad de quién uno es, sin miedo.
Hasta aquí, algunos de los que estáis leyendo podéis pensar: Qué tontería!!! No es tan difícil, yo ya me conozco.
Ahí viene cuando la vida, te habla y te invita a que demuestres cuanto conoces de ti. Es el momento en el que llegan experiencias que nunca antes has vivido y no sabes cómo vas a saber superar y posteriormente, continuar con tu vida de forma equilibrada. Es por esta razón, por lo que podemos garantizar, que sólo la experiencia es la maestra de cada individuo y que éste es uno de los motivos por los que no tendríamos que juzgar a nadie. Todo individuo es un reflejo de sus propias experiencias y de acuerdo a cómo hayamos superado cada una de ellas, así podremos saber más de nosotros mismos.
La vanidad que se esconde detrás de un orgullo insano por no desear activar el desarrollo experiencial, hacia una riqueza conjunta, viene dada por la cobardía hacia aquello que conocemos como la anarquía del ser. En este caso, la anarquía se enarbola de forma pronunciada cuando el individuo trata, como sea, de resistirse a su propia transformación, sólo entonces al impedirle al Alma dicho cambio, la animadversión hacia todo lo oculto en su interior, lleva consigo el sello de la duda hacia todo lo que le sucede. A esto se añade la falta de fe. La ausencia de tener el valor de creer en aquello que no se puede controlar, hace que ese ego incontrolado, prefiera pasar de puntillas por la vida, en lugar de sumergirse y deshacerse de aquello que su subconsciente oculta, pese a que le grite de mil maneras, que de una vez  acabe con ello.
En definitiva, conocernos es algo que tenemos que madurar. El individuo no ha estado educado para ello, más bien, todo lo contrario, hemos sido educados para sentir que el otro es una amenaza y tenemos que desconfiar de él. Así comenzamos a crear una personalidad fría y distante, de esta forma creemos estar más protegidos y a salvo. Muchas veces esa protección es tan fuerte, que romperla cuesta, y en muchos casos, no se siente la capacidad para conseguirlo. Las murallas que levantamos, impiden que el otro nos conozca. Pero lo peor no es eso, sino que al final nos identificamos tanto con el personaje que hemos creado, que somos nosotros mismos quienes nos acabamos creyendo que somos eso, el personaje, y por eso sentimos que ya nos conocemos suficiente.
Existen dos nefastas afirmaciones que delatan al individuo autoprotegido por sus propias murallas. Una es la de: No cambiaré nunca, soy así, te guste o no.
Y la otra: Tengo muy claro como soy, me conozco perfectamente.
Ante estas afirmaciones y después de haber dedicado una gran parte de nuestra experiencia como terapeutas, a explorar en las profundidades de los individuos, sólo podemos decir que esta posición que delata al ego, es algo que nadie desde fuera puede juzgar, pues como decíamos, nadie es el hacedor de la experiencia del otro. La vida será la encargada de desvelarle al ego, aquello que tanto se resiste a transformar y cuando lo haga, todo, a su ritmo, regresará a su cauce y lentamente y al ritmo que cada uno marque, la muralla caerá, dejando al descubierto algo mucho más grande y hermoso, que antes no era posible ver.
Eso que se hará visible, no será más que la sabiduría que yace en el interior de cada individuo, tras ser superadas las experiencias. Superadas significa aceptadas con amor y liberado el dolor.
Sólo entonces podremos afirmar: Hoy me conozco un poco mejor. ¿Quieres conocerme…? Pues, en realidad, sería esta la pregunta adecuada que deberíamos formular.


Joanna Escuder

No hay comentarios:

Publicar un comentario