viernes, 1 de enero de 2016

LA VERDADERA MONEDA - Caminando entre finanzas y confianza


Hace ya varios años, cuando estaba en el super – uno cualquiera – me ocurrió algo que hoy quiero explicar. Al dirigirme hacia la caja a pagar, una anciana intentó ir más rápida que yo, claramente, su idea era, adelantarme. Ella sólo llevaba cinco productos y yo unos cuantos más. En vista del esfuerzo que hizo, lo tuve claro:
-          Pase señora, no se preocupe – le dije haciéndole un gesto.
Sin mediar palabra, lanzó su compra sobre la cinta y se hurgó en el sujetador, buscando algo. Finalmente sacó un billete de cinco euros, al mismo tiempo que el chico de la caja le decía, son 6 con sesenta y cuatro. La mujer se miró la compra, buscando que tendría que dejar. Parecía indecisa, como si cada uno de aquellos productos fuera igual de importante. Aproveché su indecisión para abrir el monedero y entregarle una moneda de dos euros, así, no tendría que prescindir de nada. Yo tampoco gozaba entonces de una buena economía y comprendí lo que la anciana estaba sintiendo. Recordé como de pequeña, cuando ibas al colmado de debajo de casa,  muchos eran los que le decían al Ramiro:
-          Apúntamelo, te lo doy la semana que viene.
Y el Ramiro o su mujer, Palmira - como algo normal - lo apuntaban y le entregaban la compra a su cliente y vecino. El colmado no era un super, pero tenía de todo, sobre todo tenía algo vital: CONFIANZA.
La anciana me miró, me regaló una sonrisa y cogió los dos euros. El cajero, parecía ajeno a la escena. El señor de detrás de mí, se impacientó:
-           Señora, si ya ha acabado, deje pasar, que tenemos cosas que hacer.
Yo seguía observando la sonrisa de aquella mujer, que enmascaraba un gran sufrimiento, pero, pese a ello, era capaz de sonreír. Entonces, me sujetó la mano, la abrazó con las suyas y me dio las gracias. Su ternura fue inquietante. En aquel acto, me había entregado algo, además de gratitud. Se trataba de una preciosa piedra de lapislázuli que fue mi compañera durante mucho tiempo. Me pregunté, el motivo por el que ahora, la amargura y el egoísmo lo invade todo y cómo se puede haber perdido algo tan propio del ser humano, como es la CONFIANZA en el otro.
El tiempo pasó, mientras día a día, mis dedos jugueteaban incansables con el lapislázuli de la desconocida anciana del super. Le cogí cariño a la piedra, pero sabía que llegaría el día en el que ocurriría algo y entonces comprendería, porqué aquella mujer me la había dado.
Después de mucho tiempo de aquella anécdota, conducía de noche de regreso a casa, después de un día de trabajo ajetreado. Era pleno verano. Estaba agotada, deseando llegar, darme una ducha, cenar y descansar. Aquella jornada, había sido especialmente dura, por la consulta habían pasado dos casos de mujeres con serios problemas con sus parejas. Otra vez la falta de CONFIANZA había provocado una brecha en la relación. Se repetía, a menudo, que la pareja de las interesadas tuvieran siempre miedo a la precariedad económica. Nos contaban como si las finanzas del hogar eran buenas, todo estaba bien, pero cuando la economía flaqueaba, flaqueaba la CONFIANZA en ellos mismos y en la vida y de cómo aquellas mujeres, sufrían la desconfianza en la vida de sus parejas. Una vez más, les transmití la forma con la que yo misma intento salir airosa de ese conflicto con lo material, siempre priorizando la relación, la familia y el hogar, antes que el estado financiero, pues éste jamás puede ser el pilar que sustente ese hogar. De hecho en toda crisis financiera social, caen familias enteras, aparecen conflictos ocultos, etc… debido a que las bases y prioridades de la relación eran el dinero y no el amor.
Mientras conducía por la autovía, pensaba que aquello que esas dos mujeres habían compartido en camilla, también ocurría en mi propia casa y que por tanto, cuando intentaba darles una solución a ellas, al mismo tiempo, me la estaba dando a mí misma. Es cierto que la vida pone en tu camino a las personas con las que tenemos que hacer el ejercicio de maestros y alumnos. Pues al final, todos somos ambos, maestros de nuestras experiencias y alumnos de nuestras carencias.
De repente, el coche comenzó a hacer un ruido extraño. Era un neumático. Acababa de pinchar. Me situé en el arcén y allí parada, en la autovía, a oscuras, antes de maldecir lo sucedido, preferí sonreír y sentir que no era el momento de ello. Bajé del coche. Me coloqué el chaleco. Me di cuenta de que llevaba pantalones blancos y que con ellos me tendría que tirar al suelo. Coloqué los triángulos de seguridad y sin tener idea de los pasos que tenía que dar, abrí el maletero para ver donde se escondía la rueda de recambio. Nunca la había visto, pero sabía que estaba allí. Al ir a levantar el suelo del maletero una voz a mi espalda me dijo:
-          Una dama en apuros!!! ¿Necesitas ayuda? Soy mecánico, si quieres te cambio la rueda. Son dos minutos.
Me quedé alucinada. ¿De dónde había salido aquel individuo? Se trataba de un ciclista. La bici, se había quedado tumbada a unos pasos. Le dije casi balbuceando: mmm… Claro. Cuando reaccioné otra vez, la rueda de recambio ya estaba en el suelo y el ciclista, ya aflojaba los tornillos de la rueda pinchada. Me sentí tan amparada por la vida, que rápido recordé algo. Hurgué en el bolso y al despedirme del ciclista, le abracé con gratitud la mano y le entregué el lapislázuli. Él se alejó con su bici, sujetando la piedra. Al pasar por mi lado, alzó la mano, me la mostró y se la llevó al corazón. Nunca supe su nombre, tampoco él el mío, como tampoco conocía el nombre de la anciana que me la dio.

Habían pasado más de diez años, del día que le entregué la piedra al ciclista. Me encontraba, sentada en un banco observando el día a día de los transeúntes, que ausentes caminaban atropelladamente, sin siquiera dignidad. Levantarse, ir a trabajar, llegar a casa, seguir con las tareas del hogar, agotados, acostarse, sin poder descansar, para tener que volver a empezar, al día siguiente y así tener dinero para pagar, en una rueda que nunca tiene fin, pues cuando no hay CONFIANZA, las finanzas son las que atrapan, haciéndote creer que si estás de su parte, podrás ser rico alguna vez.
En la desolación de lo que representa esa realidad, recordé a la anciana, al ciclista y a la piedra de lapislázuli. Imaginé como el ciclista, en su día necesitó de alguien y como le entregó la piedra a su amparador. En esa cadena de favores, jamás podría saber, donde se hallaba en aquel instante el lapislázuli, ni por cuantas manos habría pasado. Eso importaba poco, lo importante era que siguiera rodando.

El tiempo avanzaba y el colmado del Ramiro y la Palmira quedaba cada vez más lejos, pero no así su secreto. Como cuando una mañana de domingo – que también estaba abierto – la madre del Manolito, le confesaba a la Palmira que su marido se había quedado sin trabajo y de cómo la Palmira, tenía que elegir entre negarle a la Conchita su compra o confiar en que algún día se la abonaría, ni que fuera en pequeños plazos. En esos pensamientos me encontraba, cuando sentí como una clara solución a la precariedad financiera actual, sería el que el mundo pudiera recuperar la CONFIANZA en la vida y de cómo la riqueza no estaba en esa moneda de papel, sino en cómo utilizabas los que tenías en el instante en el que otro lo necesitaba.
Así soñé con un Sistema de Economía Humano y Consciente, en el que el tiempo que dedicabas al otro para resolver una necesidad, siempre te sería devuelto, como yo misma había podido comprobar.
Así supe que la anciana me había entregado algo muy valioso, la piedra de lapislázuli, la verdadera moneda, la única que en verdad te da riqueza. Todo comenzó con un pequeño gesto, sólo fueron dos euros, lo que indica que no es la cantidad, sino la conciencia que le pones a lo que das.

Hoy me encuentro con el monedero vacío de dinero, escribiendo este texto, pero consciente de que existe un cofre en el que se guardan todas las piedras de lapislázuli que la vida te regala, para que sientas la CONFIANZA. Y Hoy cuando abro mi cofre de la abundancia, siento que lo tengo lleno, que sólo tengo que sonreír y saber que al cambiar la prioridad de mis valores, la vida me va a responder siempre.

He bajado a comprar una barra de pan, al cruzar la calle, escucho gritos. Encima de un camión de frutas y verduras mal aparcado, el chófer se queja. Las cajas de manzanas y naranjas se le han volcado. Ruedan piezas de fruta por toda la calzada. El tráfico no para. Las están destrozando. Está perdiendo toda la mercancía. Echo a correr y cómo puedo comienzo a recoger piezas de fruta para devolverlas a sus cajas. Al hacerlo otras personas se acercan a colaborar. Entre todos hemos recompuesto la carga. El camionero me mira. Sonríe. Me extiende su mano. Siento que algo conocido roza mis dedos. Me estremezco. La piedra de lapislázuli ha regresado. Juego con ella de nuevo. Alzo la mano mientras miro al chófer, me llevo la piedra al corazón. Asiente con la cabeza. Lo ha comprendido.
-          Adiós – le digo sin poder mencionar su nombre.

Joanna Escuder
20 de Junio de 2014


ESTOY COMPROMETIDO


Desde el mismo instante de nuestro nacimiento, comienza el gran compromiso. No es otro que el compromiso que establecemos con la Vida como individuos. Ese vínculo que trazamos y que hasta el día del deceso, es indestructible, nos va a marcar el camino, pues tal y como estemos de comprometidos, así sentiremos que estamos haciendo aquello que vinimos a hacer. Durante el crecimiento del ser humano, así como de cualquier ser vivo de este planeta, aparecen todas las probabilidades de Vida y con ella todos los compromisos que podemos establecer, en este proceso evolutivo.
Como sabemos toda Vida, nace, se desarrolla y crece, justamente para eso, para evolucionar. El compromiso es una de las mayores herramientas que disponemos para fluir en favor de la evolución y por tanto de la Vida. Alguno se preguntará: ¿Cómo es posible que el compromiso sea la clave…? Pues quizás en este pequeño escrito, des tú mismo con la respuesta.
Mientras el individuo desarrolla su personalidad, se está comenzando a conocer y sobre todo lo hace a través del entorno, es decir, es el propio marco en el que se mueve días tras día, el que le muestra cada instante algo más de sí mismo, siempre y cuando sea capaz de profundizar en las emociones y acciones que se suceden tras las relaciones que establece, mostrándose consecuente de sus propios actos.
De este modo, camina hacia la madurez. Cada situación en que nos pone la Vida, nos lleva más dentro de uno mismo para elevar aquello que se desencadenó tras un suceso. Los vínculos son parte siempre de los compromisos, en este caso, de compromisos sociales. Ya sea en el entorno familiar, en el laboral o bien en el geográfico. La forma de establecer relaciones y cómo estas se desarrollan a lo largo de la Vida, nos estará mostrando las afinidades o bien las desafinidades con nuestro entorno. Cuando los vínculos sociales se rompen, desapareciendo esos compromisos, se debe a que ya no existe afinidad. La afinidad siempre viene dada por aquello que uno mismo puede sumar en positivo al entorno y por aquello que el entorno, suma positivamente  en nosotros. Cuando existen individuos o entornos negativos, muchas veces puede suceder que no seamos capaces de romper ciertos compromisos. Ahí es cuando estamos deteniendo nuestra evolución y nos estamos posicionando en contra de la Vida. En estos baches, por cierto, muy importantes a tener en cuenta, ya que fortalecen nuestras capacidades interiores, tenemos la oportunidad de descubrir lo que nos está deteniendo y el motivo de ello. El compromiso con la pareja, la familia, la empresa, los amigos, etc… se puede haber roto. Como decíamos, ya no suma ni nosotros sumamos, ya no hay evolución. Todo se apaga, nos angustiamos, estamos tristes, apocados, encarcelados… hacemos lo que creemos que nos toca hacer, pero en el fondo sabemos que eso ya no tiene sentido. Lo que ha ocurrido, es que se ha roto el compromiso y lo ha hecho porque allí - en esa circunstancia - ya no hay lugar para seguir evolucionando. Hemos tocado techo.
Lo más importante, llegado este caso, es no ponernos en contra del entorno. Ahí es el momento de mostrar la madurez. Si es el entorno el que se pone en nuestra contra, es importante no alimentar ese estado. Si lo hacemos, si no podemos evitarlo, es porque todavía queda parte del compromiso sin solucionar internamente. Algo, aunque sea en negativo, no está permitiendo que el compromiso se rompa definitivamente. Emociones interiores todavía están mostrando infantilismo. La inmadurez, en general, se descubre fácilmente por comportamientos que sólo son propios de niños pequeños. Son formas instintivas de reaccionar, actuar por imposición, por la fuerza, por victimismo, por energías fuera de control, agresividad, rechazo recurrente, introversión, orgullo, venganza, etc… todo eso, forma parte de aquello que ya tendría que haber madurado nuestra personalidad.
Es por tanto el compromiso, un acto de responsabilidad y la responsabilidad es algo propio de la madurez. Todo aquello que queda fuera de ello, queda también fuera de los procesos evolutivos de la Vida.
Si damos una mirada atrás, podremos observar cuánto ha evolucionado el ser humano, pero también podremos hacernos conscientes, de cuánto todavía queda por evolucionar.
Nuestro planeta, parece - ahora más que nunca - estar pendiente, de cuánto vamos a seguir siendo irresponsables con la Vida.

En ocasiones nos da por analizar la conciencia global humana, en este ejercicio de consciencia, nos posicionamos ajenas a ella, es decir, como meras observadoras del planeta y de la conciencia colectiva. Es entonces cuando se nos ocurre comparar esta conciencia con un cáncer, por su gran similitud. Todos sabemos que las células cancerosas deterioran, hasta incluso, llegar a matar, al propio cuerpo que les permite estar vivas. El cáncer destruye aquello que le da vida, de igual modo que la falta de compromiso de la humanidad, destruye el cuerpo en el que vive, ese cuerpo no es otro que nuestro increíble planeta.
Cada vez que nosotras y tantos con idéntico sentimiento nos hacemos conscientes de esta naturaleza destructiva, no podemos evitar resurgir con más fuerza, tal y como lo harían las células sanas de un cuerpo con cáncer, esas que sí quieren vivir en ese cuerpo, y al hacerlo, mostrar que se puede acabar con el cáncer que está invadiendo y acabando con algo que no es suyo, sino un precioso pedazo de materia que al mismo tiempo, vive, se desarrolla y crece en un entorno superior, el Universo.
No es tiempo para dejar de comprometernos, todo lo contrario, es tiempo para convertirnos en esas células que quieren vivir en un cuerpo sano. Que desean la madurez en sus vidas y que la responsabilidad es la actitud que las va a conducir al éxito. No importa la edad que tengamos, ni de donde seamos, ni ninguna otra supuesta diferencia. Como seres vivos que habitamos este planeta, el compromiso es el mismo para todos.
Hoy todavía cuando miramos a nuestro alrededor podemos descubrir células cancerosas. Sólo tenemos una solución, IGNORARLAS, jamás darles alimento. Ello se consigue rompiendo el vínculo con aquello que no nos conduce a seguir creciendo.
Pero Hoy, si miramos con otros ojos, buscando afinidades, eligiendo nuestro entorno, ese que suma, descubriremos la cantidad de células vivas y con ganas de vivir que tienen idéntica intención que nosotros. Es con ellas con las que tenemos que reforzar los lazos y sentir la fuerza que acabará con el cáncer del planeta.
No importa si para ello queda mucho y creamos que no podremos vivirlo. Lo harán las generaciones futuras. Sólo tenemos que cerrar los ojos e imaginar este planeta lleno de belleza, con una civilización en armonía. Si somos capaces de sentir que es probable, es porque esa realidad puede plasmarse.
Los grandes objetivos, siempre comenzaron siendo, meros sueños.
Nosotras cada día, sin descanso, soñamos…


Joanna Escuder

APOLOGÍA INVERSA


Hoy he soñado que me estaba despertando. He mirado a mi alrededor. Me he llevado un susto de muerte. En mi sueño, muchos eran los que todavía dormían. Caminaban a oscuras por la vida. Me he preocupado, pero cuando lo he hecho, alguien me ha dicho: No es necesario. Lo han elegido ellos. Se sienten más seguros haciendo lo mismo que hace el grupo.
Entonces he sabido que la voz, tenía razón. Así que sin más he continuado mi camino. Me sentía libre. Me sentía acompañada. Aliviada. Rica. Poderosa. Entonces he advertido algo, por fin un ser - a quien en el Planeta Tierra le llamarían “extraterrestre” - me ha mostrado que aquello con lo que todos los días de mi vida soñaba, no era ninguna mentira. Existía. He sonreído de alegría y he gritado:
Soy libre. Por fin no me tienen abducida.
Si, abducida, he dicho bien. Abducida por esos seres terrestres, que se creen los únicos en todo el Universo.
He mirado a mi nuevo amigo y me he sentido libre a su lado. Es un “extraterrestre” entrañable.
Al mirar bajo mis pies, he podido ver la nada y aun así, sentía que flotaba sobre un Todo. He sentido la necesidad de continuar paseando por ese paraje de ensueño y al hacerlo, el Universo me ha devuelto el sentimiento de que soy libre para creerlo. Un fuerte ajetreo se ha producido. Observa – me ha dicho mi amigo – los otros se han dado cuenta de que has despertado. Ahora ya saben que no pueden gobernarte.
Cuando he querido hacerme consciente de lo que estaba pasando, he podido escuchar los gritos de los terrestres. Parecía que estaban muy dolidos por habérseles escapado de sus manos una más de entre todos sus abducidos.
Algunos, los que más dominaban a los desolados que todavía les escuchaban, gritaban:
Rápido, rápido, dormidlos. Dadles lo que quieran. Si quieren riquezas, mostrarles que trabajando hasta la extenuación, quizás algún día puedan tenerlas. Engañadlos, que no sospechen que no necesitan tanto. Vendedles aire si es necesario. Si quieren belleza, operadlos hasta que se vean bellos ante un espejo. Si quieren estar estupendos, ofrecedles remedios de distracción para que se crean que siempre van a conservar joven y fresco el corazón, aunque mueran en el intento. Si quieren seguir la moda que hemos impuesto, lavadles el cerebro para que admiren la delgadez del cuerpo. Si sospecháis que alguno se está despertando, dormidlo con pastillas anti estrés, antidepresivas o anti suicidas. No permitir que los extraterrestres los abduzcan con promesas de que existe otra forma de vida.
Una gran tristeza me ha invadido. Lo que llaman humano es en realidad inhumano
De repente, he sentido que sabía con qué prisma deseaba continuar viviendo la vida. Así, caminando en mi profundo sueño, despierta por la vida, he comenzado a comprender la verdad de todo lo que se denomina humano y de cómo lo inhumano, siempre ha querido vencer. En mi sueño he tenido la osadía de escuchar y comprender, qué es aquello que nos sucede cuando dejamos de sentir  lo que realmente nos hace ricos. Comenzando por lo primero, diré que la mayor razón que he tenido para darle un vuelco a mi corazón, ha sido la osadía de cruzar todo temor. He decidido hacerle frente a lo que me daba miedo y sin dejar de tenerlo, lo he mirado fijamente hasta que se ha hecho muy pequeño. Así, dando ese paso he sentido que entre los sueños y yo misma, existía un abismo que no me permitía caminar con libertad, por miedo a defraudar o bien a dejar de acompañar a ese gran rebaño al que llaman humanidad, y que sólo gira en torno a unos pocos que dominan con creencias autoimpuestas, a los que imberbes, aún creen que no pueden hacer frente a esa imposición.
Cuando el extraterrestre que un buen día conocí, me vino de nuevo a ver, me hizo una pregunta crucial:
¿Sabes qué haces aquí…?
Bueno… - balbuceé – no se… - le confesé -. Me quedé pensativa un buen rato. ¿A qué he venido? – me pregunté, sin que el extraterrestre pudiera escucharme.
Si, ¿por qué crees que viniste…? – insistió -. Parecía que podía oírme aunque hablara hacia mi interior, pues no me di cuenta que él estaba dentro de mí. Intenté responderle: Creo que soy una buscadora – confesé -. Busco saber mucho más de lo que hasta hoy he podido experimentar. Busco encontrar la forma de saber amar, de saber comprender, de saber cómo caminar sin culpabilidad. Busco tantas cosas…
Dicho lo cual, advertí que estaba paseando con mi amigo extraterrestre, por el cielo estelar. La luz de aquel paraje, era impresionante. Mira allí está Marte!!! y ese es Saturno, y aquel Mercurio… - señalé, reconociendo algunos de los planetas que parecía que se acercaban a escuchar nuestra conversación.
De repente, me quedé impresionada. Una fuerza captó mi atención:
Es el Planeta Tierra. Es precioso!!! Jamás antes lo había podido ver desde esta perspectiva. Ufff, que pequeño es… - exclamé al darme cuenta de lo ínfimo de aquella esfera, respecto al resto -. El extraterrestre me miró con sencillez y entonces dijo:
¿Qué sientes…?
Siento paz por todo, siento la grandeza del Universo, siento que si busco encuentro. Siento que quiero ser un humano despierto. Siento que nada de lo que contengo es una falacia. Siento que lo más grande puede ser pequeño. Siento que ya creo saber porque nací en la Tierra.
Ahhh, siiii!!! Dime, ¿por qué crees que naciste?
Nací para aprender. Para descubrir. Para cuestionar y discernir por mí misma. Nací para sentir en libertad. Para ser amada y saber amar. Nací para que jamás, ninguna creencia ni ninguna mala experiencia, me impidieran continuar mi camino.
Ahora sé que para denominarse humano hay un largo trecho que recorrer. El primero… saber identificar lo inhumano y dejar de darle de comer.
Creo que ha llegado el momento de enseñarte algo. ¿Quieres conocer mi planeta…? – me preguntó esta vez el extraterrestre -.
Si, lo estoy deseando.
Un hangar de luces de colores, apareció ante nosotros. Eran haces que emitían sonidos interminables. En el centro del hangar, pude ver una preciosa nave. ¿Subes…? – me sugirió el piloto - . Si, por supuesto. Viví por largo tiempo en aquel planeta nuevo. Aprendí cosas que en la Tierra eran imposibles de imaginar. Me instruí de todo. Sentí como los largos días y las largas noches, me acompañaban en cada descubrimiento que hacía. Hasta que un buen día, fui en busca de mi amigo. Creo que voy a volver a la Tierra – le aseguré convencida de ello -.
Él, simplemente se limitó a sonreír.

Escuché el fuerte sonido de la bocina de un camión, pidiendo paso a un coche parado en doble fila, cuyo conductor apeaba a sus hijos para dejarlos en el colegio. Les gritaba a los niños al tiempo que insultaba al camionero. Supe que había aterrizado de nuevo, pero ahora era otra muy distinta. Era Humana. Estaba despierta. Pensaba por mí misma. Evoqué el recuerdo de aquella otra lejana tierra y dejándome abrazar por lo vivido en el otro planeta, saqué mi libreta, cogí el cálamo y comencé a escribir… Capítulo Primero: Mi Proyecto de Vida.


Joanna Escuder

APRENDER A DECIR NO



Aprender a decir NO…? Qué curioso…

Eso me contestó la dependienta de una tienda de telefonía móvil, cuando le hice saber cuan erróneo era – a mi entender – que un empleado se acabara identificando con la empresa que “le da de comer”.

Sucede que cuando uno está en la posición del “débil” y está asustado por lo que pueda suceder, acaba adoptando el rol del esclavizado, la mayoría de las veces, sin siquiera darse cuenta. Este rol de la esclavitud, procede del histórico humano, como todos ya sabemos, pero sólo está en nuestras manos el tener la valentía de erradicarlo.
Para que el poder abusivo deje de serlo, no hace falta mucho. Es más sencillo de lo que imaginamos. El poder, se cree lo que es porque se siente imprescindible para el “débil”. Por tanto, como el poderoso no soltará su poder, entre otras cosas, porque le encanta, el “débil” lo tiene fácil, sólo tiene que dejar de alimentarlo.
¿Qué ocurre cuando no se es capaz de dejar de alimentar al poder?
Pues a mi parecer varias cosas.
Puede ocurrir que el que era el “débil” se vuelva igual que el que supuestamente le daba de comer o bien que acabe sintiéndose el esclavo. Pero como ser esclavo, no es de ley, el esclavo acaba indignado, cabreado con el mundo, sabiendo que está sometido a algo y creyéndose que esa vida no la ha elegido él.
Muy equivocado camina el que piensa que no elige la vida.
Cuando el “débil” hastiado, ya no puede más con su cabreo, es posible que decida tomar las riendas de su vida y no dejar que nadie le conduzca. Así se posicionará ante el presunto adversario y en lugar de luchar contra él y sus imposiciones, buscará la forma de resolver en sí mismo a ese que tantas dudas tiene y que no sabe cómo proceder, si alguien superior no tiene poder sobre él.

De repente se abre un mundo en el que uno mismo es el jefe y ese jefe prefiere no tener un duro pero ser libre, ser persona, en definitiva, Ser Humano antes que empleado o esclavo de cualquier cosa. Ese día, se siente grande, maduro, lleno de voluntad para ir por otro camino, aunque por aquel camino no vayan los demás.
A este cambio interior se le conoce como VALOR. Es sólo el valor lo que nos da la libertad. Sin valor para forjar nuestro propia vida, la esclavitud nunca morirá.
El poder individual es la fuerza que imprimirá de voluntad a uno mismo y al entorno. El poder de la masa ciega, que como un rebaño hace lo que parece que tiene que hacer la sociedad, no es poder ni es nada.
La dependencia social, es lo que hace poderosos a los gobiernos, a las autoridades a los grandes empresarios sin escrúpulos y a tantas y tantas entidades, como las religiones, que pretenden desprender al individuo de personalidad.
En esta época en la que se aclama en post de la unidad, no podemos dejarnos engañar por una creencia que no contiene ninguna verdad. Hay quien promulga que la unidad es la solución, pero ahora interpretemos unidad.
Si para el poder la unidad es ser todos iguales, nosotras somos unas egoístas. Pues a nuestro entender la unidad es ser una pieza imprescindible de un puzle, pero tal y como esa pieza, tener su propia forma, su propio color y sus propias cualidades. Del mismo modo que el resto de piezas de ese puzle. El puzle formaría la unidad de un todo indivisible, pero de un todo lleno de diferentes tonos, embriagado de miles de ideas diferentes y con una fuerza común: Que ninguna pieza, necesariamente tenga que dominar sobre el resto de piezas.
Para conseguir formar ese puzle, se precisa que cada pieza sepa quién es, que hace aquí, cuáles son sus cualidades, cuál es su forma de expresar la belleza para que el resto pueda verla, qué lugar ocupa en el puzle. Todo eso que siempre anularon de nosotros, el poder, para hacernos sentir inútiles.
Todo ello sólo se consigue, caminando hacia el descubrimiento de nuestra propia identidad. Aprendiendo a decir NO, cuando eso es lo que uno siente, pese a que la masa, diga lo contrario o lo juzgue como algo sin sentido, etc…
Decir NO, es decir BASTA, es colocarse en la posición del vencedor, es dejar de estar amargado por la situación que no puedes controlar, es fluir hacia otro lugar, hacia otra forma de vida, hacia otra verdad, aunque esta sea desconocida, es dejar de frustrarse, de preocuparse, de enfermar por los miedos a no tener lo que antes tenías y creías que te hacia feliz.

Cuando, el esclavo se escapa de la atadura del amo, siempre siente pánico, pues el estado de libertad no lo conoce, nunca antes se ha sentido libre y no reconoce esa forma novedosa de sentir.
El otro día en el metro de Barcelona, un joven de poco más de veinte años, dejó sentar a una señora mayor. Sino damos más detalles, creeréis que es lo normal, que era su obligación y que no hizo nada excepcional. Pues sí, es cierto, no hizo nada excepcional en el año en el que estamos y en una ciudad como la nuestra. Pero si esa misma escena, la trasladamos a los años 40 en una ciudad como Maryland y os digo que el joven era blanco y la mujer era negra, la cosa cambia, no?
Entonces me miré a la mujer, me sonrió, y me hizo saber que aunque su pasado social y racial había sido deprimente y había sido vilipendiado por la esclavitud, HOY era una mujer libre y que ese gesto – el del chaval - mostraba la capacidad humano para decir NO a aquello que nos aleja de ser Seres Humanos.
Si los esclavos de todos los tiempos pudieran cruzar la puerta que los mantiene encerrados, la Humanidad habría erradicado el poder. Pues como vemos, existen muchos tipos de esclavitud, una es la física y otra la mental o la emocional. Ninguna de ellas tiene más sentido. Podemos abrir nuestra puerta mental y emocional hacia la libertad y también podemos abrir la de los demás, pero sólo uno mismo por su propia voluntad, puede cruzar el umbral. Quizás de este modo, contagiando de valor al prójimo, también se erradique todo tipo de esclavitud física. Como individuos con valor, podemos dejar de encubrir a todo aquel que utiliza la fuerza y el poder físico. Tenemos que identificar al maltratador, al violador, al que humilla para sentirse superior, al que utiliza la moneda para conseguir lo que desea, aunque eso signifique vejar a un niño, a una mujer o a quien sea...
Es un BASTA YA. Es decir NO. Yo ya no juego a este juego. Game Over.

Soy ahora Yo quien decido si pongo al Ser Humano que soy por delante de todo. Si soy Persona antes que empleado, lo mismo si en lugar de empleado soy empresario. Si soy individuo antes que identificarme en un grupo, que me hace sentir seguro. Si me siento en paz conmigo sin necesidad de nada más, de enfrentarme a ese poder y al sistema que ha creado. Si dejo de contribuir y alimentar a ese sistema caducado. Si abogo por mi libertad y por la del prójimo. Si dejo de pelear sin necesidad de ganar.
Soy Yo quien decido como quiero caminar…


Joanna Escuder

QUIERO CONOCERTE



Dicho así parece no significar nada. No más que una afirmación de compromiso que se le hace a alguien, dándole a entender que te apetece ser su amigo o al menos conocido. Pero en este caso que nos ocupa, esta afirmación, va mucho más allá de semejante  simpleza. Cuando decimos, en verdad, QUIERO CONOCERTE, a alguien que nos importa, estamos ahondando profundamente, dejándole claro, que no quiero saber lo que me muestras, sino que quiero saber aquello que quizás ni tú mismo conoces de ti, el Alma. Para tener la osadía de pretender conocer al otro, no cabe duda de que en primera instancia, es nuestra obligación, conocernos a nosotros mismos, eso que hoy en día se denomina autoconsciencia. Evidentemente, la autoconsciencia representa un largo y arduo camino. No es algo fácil de alcanzar, pues requiere de múltiples fases en las que la intención por desear descubrirnos tiene que ser más poderosa que el temor a desvelar algo que no seamos capaces de aceptar. Al final todo dependerá del prisma con el que nos juzguemos. Ese prisma, es el mismo que utilizamos para enjuiciar al otro y así, nos acabamos convirtiendo en víctimas de nosotros mismos, pues cada juicio que hacemos, no es más que un reflejo de nuestra propia autoría y exigencia ante aquello que estamos valorando. Las dificultades del camino de la autoconsciencia, no son más que densos temores a descubrir aquello que creemos que nadie puede ver de nosotros, no necesariamente porque no sea bueno, sino porque somos nosotros mismos quienes consideramos que no lo es. Muchas veces porque aquello más relevante de uno mismo, no encaja con nuestro entorno más próximo. Aquí se accede a un extraño laberinto, por el que el ego tiene que pasar forzosamente, para superar sus propios impedimentos y así el Alma mostrar la verdad de quién uno es, sin miedo.
Hasta aquí, algunos de los que estáis leyendo podéis pensar: Qué tontería!!! No es tan difícil, yo ya me conozco.
Ahí viene cuando la vida, te habla y te invita a que demuestres cuanto conoces de ti. Es el momento en el que llegan experiencias que nunca antes has vivido y no sabes cómo vas a saber superar y posteriormente, continuar con tu vida de forma equilibrada. Es por esta razón, por lo que podemos garantizar, que sólo la experiencia es la maestra de cada individuo y que éste es uno de los motivos por los que no tendríamos que juzgar a nadie. Todo individuo es un reflejo de sus propias experiencias y de acuerdo a cómo hayamos superado cada una de ellas, así podremos saber más de nosotros mismos.
La vanidad que se esconde detrás de un orgullo insano por no desear activar el desarrollo experiencial, hacia una riqueza conjunta, viene dada por la cobardía hacia aquello que conocemos como la anarquía del ser. En este caso, la anarquía se enarbola de forma pronunciada cuando el individuo trata, como sea, de resistirse a su propia transformación, sólo entonces al impedirle al Alma dicho cambio, la animadversión hacia todo lo oculto en su interior, lleva consigo el sello de la duda hacia todo lo que le sucede. A esto se añade la falta de fe. La ausencia de tener el valor de creer en aquello que no se puede controlar, hace que ese ego incontrolado, prefiera pasar de puntillas por la vida, en lugar de sumergirse y deshacerse de aquello que su subconsciente oculta, pese a que le grite de mil maneras, que de una vez  acabe con ello.
En definitiva, conocernos es algo que tenemos que madurar. El individuo no ha estado educado para ello, más bien, todo lo contrario, hemos sido educados para sentir que el otro es una amenaza y tenemos que desconfiar de él. Así comenzamos a crear una personalidad fría y distante, de esta forma creemos estar más protegidos y a salvo. Muchas veces esa protección es tan fuerte, que romperla cuesta, y en muchos casos, no se siente la capacidad para conseguirlo. Las murallas que levantamos, impiden que el otro nos conozca. Pero lo peor no es eso, sino que al final nos identificamos tanto con el personaje que hemos creado, que somos nosotros mismos quienes nos acabamos creyendo que somos eso, el personaje, y por eso sentimos que ya nos conocemos suficiente.
Existen dos nefastas afirmaciones que delatan al individuo autoprotegido por sus propias murallas. Una es la de: No cambiaré nunca, soy así, te guste o no.
Y la otra: Tengo muy claro como soy, me conozco perfectamente.
Ante estas afirmaciones y después de haber dedicado una gran parte de nuestra experiencia como terapeutas, a explorar en las profundidades de los individuos, sólo podemos decir que esta posición que delata al ego, es algo que nadie desde fuera puede juzgar, pues como decíamos, nadie es el hacedor de la experiencia del otro. La vida será la encargada de desvelarle al ego, aquello que tanto se resiste a transformar y cuando lo haga, todo, a su ritmo, regresará a su cauce y lentamente y al ritmo que cada uno marque, la muralla caerá, dejando al descubierto algo mucho más grande y hermoso, que antes no era posible ver.
Eso que se hará visible, no será más que la sabiduría que yace en el interior de cada individuo, tras ser superadas las experiencias. Superadas significa aceptadas con amor y liberado el dolor.
Sólo entonces podremos afirmar: Hoy me conozco un poco mejor. ¿Quieres conocerme…? Pues, en realidad, sería esta la pregunta adecuada que deberíamos formular.


Joanna Escuder

LA EXPERIENCIA


La Experiencia, si gracias…!!!
¿Por qué gracias…? Pues porque gracias a la Experiencia, aquello que ayer se vivió como error, se convierte hoy en auténtica sabiduría.
No siempre ocurre eso, es cierto, hay quien repite y repite… y repite experiencias y aun así, no son capaces de obtener ninguna lectura de aquello que están repitiendo.
En estos casos, es como si el gran sabio interior, estuviera desconectado y algo, difícil de cualificar, insistiera en pasar una y otra vez, por la misma experiencia, como si de ese episodio, no se pudiera deshacer.
Los episodios reiterativos, no siempre los repite el mismo individuo, en ocasiones son repeticiones generacionales, es decir, son episodios que experimentó una abuela, lo mismo vivió la madre, muy similar la hija y la nieta, está en camino de continuar repitiendo, si nadie lo frena o pone remedio.
Muchas veces, el freno se pisa, en el mismo instante en el que el individuo o el inconsciente familiar atrapado, se hace consciente de la reiteración.
Como todo en esta vida, siempre, absolutamente siempre, existe un motivo por lo que está ocurriendo un hecho. Pero no siempre, podremos conocer y comprender, que fue aquello que causó, el episodio y su repetición.

Si por alguna razón, faltan nuestros abuelos - esos magníficos seres que desde la infancia se convierten en nuestros referentes - nosotros, como niños, podemos sentirnos perdidos ante un suceso digno de ser abrigado por una sabia mano, que lo sepa reconducir.
Cuando de pequeños, vivimos encerrados en nuestro mundo infantil, protegidos y casi indemnes a las experiencias de los adultos, las páginas de los libros que escribimos, quedan impregnadas por fantasías derivadas de nuestra gran imaginación. Esa fuente universal de ideas e imágenes, incalculable, en la que no existen miedos, ni nada que pueda detener realidades que son imposibles de sentir, sino es en ese plano mental de creación, en el que el niño expresa todo lo que tiene dentro.
Es sólo cuando comenzamos a crecer y por tanto cuando comenzamos a definir la personalidad, cuando vamos a vivir verdaderas experiencias. En este punto es  cuando, nuestro mundo de realidades infantiles, comienza a cerrarse sin que nada pueda evitarlo.
Vivimos el suceso y acto seguido sentimos como el dolor causado por la experiencia, nos comienza a alejar de aquel niño encantador, que era capaz de cerrar los ojos e imaginar lo que se propusiera.
Mientras se atraviesa por la adolescencia, el libro comienza a quedarse en blanco. Pasan los días y las páginas antes llenas de historias de otros mundos, ahora están vacías. A cambio, se comienzan a proyectar, episodios paralelos a los sentimientos por los que estamos atravesando. La rebeldía de esta etapa, puede provocar experiencias dignas de un escritor de nuestros días, pues es una fase en la que la agresividad ante las circunstancias de la vida, se puede palpar. Paulatinamente, se deja escapar al niño pequeño, para atrapar al joven. La lucha interior se encarga de experimentar los pros y contras de este gran cambio. Pero es cierto, que aunque el joven ya esté aquí, el niño pequeño no muere nunca. Queda oculto a la vista de los demás, pero no a nuestros ojos interiores. Es por tanto, él, quien más experiencia a lo largo de la vida tendrá. Cuando llegue a la vejez, será el único que habrá vivido con nosotros a lo largo del tiempo, todos y cada uno de los episodios de nuestra vida.
Ahí es cuando el niño, parece quedarse muy cerca de brindarnos lo más sagrado que como escritor, es capaz de narrar. Sostiene su pluma y con gran paciencia espera a que regresemos de nuevo, con ganas de recuperar su esencia y sintamos que queremos volver a escribir con él, esas preciosas historias sin fin, en las que todo, absolutamente todo, puede suceder.
Las experiencias de la vida se continúan sucediendo, una tras otra, sin pausa, aunque demasiadas veces, muy duras e intensas. Si fuéramos capaces de vernos desde fuera, nos podríamos imaginar a nuestra mente como un luchador que intentar salir airoso de sus propias tinieblas, y a nuestro corazón, como una sensible dama, que agotada por tanta emoción, sucumbe a la oscuridad de sus noches, llorando en silencio, sin saber cómo va a ser capaz de resolver, aquel episodio que está dinamitando su capacidad de ser.
Si somos sagaces, advertiremos que siempre, la vida, coloca a un protagonista secundario a nuestro lado. Este personaje que se introduce en nuestro libro, es alguien que intentará aportarnos su punto de vista y la sabiduría derivada de su propia  experiencia, en nuestro beneficio.
El mensaje puede llegar de mil maneras. La vida las agota todas para que reconduzcamos, somos nosotros quien agotados, muchas veces no escuchamos. Este sería uno de los motivos, por los que se repiten, innecesariamente ciertas experiencias.
Para que la narración del libro de nuestra vida esté completa, es imprescindible haber vivido los hechos sin antes haberlos conocido. Siempre, todo lo que nos ocurre, sucede de forma inconsciente.
El problema estriba en que, muchas veces, negamos episodios, los rechazamos o bien, hacemos ver que no estamos implicados o lo que es peor, que no nos afectan. En ninguno de los casos, es positiva la actitud, pues los episodios que se describen en nuestro libro privado, es decir, en la historia de nuestra vida, siempre tienen una enseñanza que aportarnos. Imaginemos por un instante a un individuo cuya vida es lineal, vacía de sentimientos, absurda, llena de soluciones y materialmente subsanada. La superficialidad y la banalidad de su vida, sin experiencias que superar, provocará que cualquier pequeño impedimento que encuentre, desencadene una crisis brutal,  al carecer de fortaleza, que le haga frente.
Conocemos - a lo largo de nuestra experiencia como terapeutas y debido a la atención prestada a las experiencias personales de quienes abrieron sus emociones a nuestros oídos - que no es fácil aceptar algunos de los episodios escritos en nuestro libro. El episodio no es lo peor, sino haber sido el protagonista. En nuestro personal intento por dar comprensión a la lectura del libro, penetramos en arquetipos mentales que impiden al individuo reescribir su historia. El aferramiento de la mente a extraños dogmas, muchas veces arcaicos, son importantes filamentos que detienen la narración e impiden que ésta contenga su dosis de belleza.
Es por todo esto, que siempre hemos recurrido a la conexión del sabio anciano (el que tiene y ha cruzado por la experiencia), con aquel niño pequeño lleno de vida y de magia.
Podemos asegurar, que es emocionante ser testigos de cómo, cuando ambos se unen y se aceptan tal cual cada uno ha sido y vivido, se desborda un sentimiento que nos confirma que vuelve a vibrar la vida en el individuo.
Somos testigos de cómo el libro se abre, la pluma se activa y el niño escribe todo aquello que el anciano le relata.
La experiencia habla por sí misma…


Joanna Escuder

LA MEDITACIÓN - La LLave hacia nuestro interior



 El Ser Humano en la actualidad está harto de comprobar que todo en su vida gira en orden cuando guarda un cierto sentido de disciplina y dedicación. El gran problema es que este aspecto de orden, se ha trasladado a una serie de ritualismos que prevalecen bajo la exigencia y la amenaza. Es decir, si no tomas 2 litros diarios de agua, no drenas suficientemente el riñón, en consecuencia no depuras, retienes líquidos, te aumenta la presión arterial y si encima tienes colesterol, estás en amenaza absoluta de infarto. No se puede comer según qué, porque produce cáncer. Se tienen que hacer ejercicio diariamente. Se tienen que usar cremas con protección solar e hidratantes que sean naturales. Se tiene que hacer un mínimo de comidas diarias a horas determinadas y casi bajo amenaza de desmayo si no se cumplen los horarios. También se tiene uno que asear escrupulosamente, lavar 3 veces los dientes, duchar diariamente y recoger el baño. Después de haber realizado las tareas de la casa, los deberes de la escuela y el trabajo extra que nos llevamos a casa de la oficina. Controlar las cuentas. Elegir unas buenas vacaciones para desestresarnos de poner tanto orden en nuestra vida y que los niños suban lo más controlados y encarcelados posible, para que así nos reproduzcan y tengamos argumentos sobre lo buenos que hemos sido encapsulando a nuestra descendencia, orgullo de lo que nuestros padres hicieron con nosotros y así en un sin fin eterno.
Sólo falta que venga uno o una de esas que parece que no viven en este mundo y nos diga que a la lista añadamos la MEDITACIÓN. Ni hablar, para eso acudimos al médico, nos receta unas pastillas, las farmacéuticas se hacen de oro, nosotros vamos zombis y seguimos en la rueda sin fin, de la que no somos capaces de salir.
Pero como todo en esta vida, existe el límite. En todo hay una ley “oculta” que se llama “límite no se pasa” y que sencillamente dar con esa pared nos hace reaccionar y reconducir la vida.
Debido a que estas actitudes del mundo al que llaman desarrollado, ya son más que evidentes, es decir, no hay lugar para que digamos: Ah! Pero es que no me había dado cuenta. Infinitas técnicas, terapias, etc.. han aparecido, haciendo que los humanos más despiertos se explayaran con su creatividad, para que sus mágicas creaciones, puedan ser utilizadas por el humano que tenga un deseo sincero de cambiar el rumbo de su existencia.
Si no existe esa intención verdaderamente conectada a la voluntad, no hay cambio, sólo una pequeña pausa, que nos volverá a llevar al límite, pero ese límite cada vez será más cercano y evidente y las consecuencias de acercarse repetidamente a ese límite, insospechadas, dependerá de cada uno.
Está más que constatado que la meditación es la herramienta más mágica y poderosa para conectarnos con nosotros mismos y con el cosmos. Ahí dentro, en el corazón está todo lo que existe, no hay fronteras ni peligros ni nada que no pueda hacerse, crearse o vivirse. Ahí subyace el potencial oculto que existe en cada uno de nosotros.
Durante cientos de años, si nos vamos a dar un paseo al pasado cercano, podremos ver como en todas las culturas, países y religiones, existe esta herramienta de quietud interior. Podemos ver como en oriente, más abiertos al mundo espiritual, la meditación forma parte integrante de la vida diaria. En nuestra actualidad, y debido a que todo evoluciona - la espiritualidad también - no vamos a tener que realizar sacrificios de ningún tipo a nivel de tiempo, práctica e intensos estudios para poder realizar una meditación. Los sistemas basados en la respiración, la concentración, los mantras, etc.. han sido perfectos y de utilidad en una Conciencia determinada y para un tipo de personas determinado, ahora que todo ha cambiado, la meditación tiene que ser una herramienta posible y eficaz al alcance de cualquier persona.
La verdadera magia de la meditación, es constatar la creatividad interior, el descubrimiento de quienes somos, a través de viajar a las profundidades de nuestro Ser en todos sus aspectos y posibilidades. No hay límites en el Corazón, sólo tenemos que tener la osadía de adentrarnos en él y buscar, encontrar y continuar buscando. Esta y no otra es la meditación que va a ser anclada en el Humano de la actualidad. La Era en la que entramos, es un tiempo para saber quiénes somos y qué hacemos aquí. Es tiempo para conocerse y saber todo lo que está en nosotros y así poder ser la expresión y manifestación de lo más sagrado, nuestro Espíritu.


Joanna Escuder